Ya sabéis que aquí en el Frickyblog nos gusta recordar grandes películas fuera de la habitual vorágine de los estrenos y la actualidad, y hoy traemos una película especial del año 1976: Annie Hall, una aclamada cinta del director estadounidense Woody Allen que ganó cuatro premios Oscar, incluyendo mejor película, mejor director, mejor actriz protagonista para Diane Keaton y mejor banda sonora original, además de la nominación como mejor actor para el propio director. Icono de la filmografía del director, guion sublime imitado y parodiado hasta la infinidad, como por ejemplo en Cuando Harry encontró a Sally, de Rod Reiner.
La película cuenta la historia de Alvy Singer y de su novia Annie Hall y la emocional relación entre ambos a través de los años. Basada en una historia autobiográfica escrita por Marshall Brickman y filmada mayoritariamente en la ciudad de New York, aunque algunas escenas se rodaron en Los Ángeles, cuenta las peripecias de pareja de Alvy, un actor de unos 40 años neurótico, divertido, enfermizo y con muchos miedos, especialmente uno…terror al compromiso; y su chica Annie tiene unos 30 años, es hermosa, inteligente e insegura.
La obra explica la dificultad de las relaciones prolongadas, las obsesiones morales sobre el sexo, el amor, la fidelidad, las dudas y vacilaciones antes de evolucionar, la inmadurez emocional…reflejo perfecto de cómo se entendía el amor en la década de los 70. Marca un punto de inflexión en las obras del autor, que se enfrenta a un humor sutil y reflexivo, de regreso a su tema habitual vuelve a explorar el complejo y errático mundo de las relaciones. En esta obra maestra tenemos también claras referencias a grandes películas como La Strada (1954), Vidas Robadas (1961), Satiricón (1969), Face to Face (1975), El Padrino (1972) y el documental The Sorrow and the Pity (1969), donde claramente Allen intenta homenajear a sus directores favoritos, especialmente a Bergman.
El brillante guión se basa en el diálogo, acentuado por la excelente interpretación de los dos protagonistas y la inestimable aportación de la ciudad de New York, un personaje más de la película. La dirección crea una obra llena de sutilezas y sorpresas visuales y tiene cosas sorprendentes como esa manera de contar la historia en primera persona o personajes que hablan directamente a la cámara. También hay regresiones de tiempo, digresiones a una escena de animación que parodia la película Blancanieves y los siete enanitos de Disney, división de la pantalla en dos partes o visualización de los sueños de los protagonistas separando mente y cuerpo.
En sólo noventa minutos, el mejor Woody Allen ofrece una de las miradas más astutas y tiernas y uno de los más bellos homenajes a una de las cosas que mueven el mundo: el amor. Todo el mundo necesita amor y el séptimo arte necesita a Allen.